Luis Speranza: “EL PRODUCTOR ES INCANSABLE”

Charlamos con Luis Speranza.

Con casi 40 años en el rubro, mas precisamente en el de la maquinaria, nos cuenta su experiencia, si visión de la actualidad y un poco de política también, por supuesto.


Luis, ¿cómo te vinculaste al agro y, en particular, a la venta de maquinaria?

Yo me vinculé, te diría, sin saberlo. En el año 80 terminé la secundaria y me fui a estudiar Agronomía a Buenos Aires. Quería ser ingeniero agrónomo. Como en teoría era buen estudiante, pensé que iba a ir bien.

Bueno, resulta que la carrera de Ingeniería Agronómica —no sé ahora, pero en esa época, en plena dictadura— tenía un régimen de correlatividades muy tirano, muy rígido. Si no aprobabas la primera materia, que era Análisis Matemático del primer cuatrimestre, no podías cursar ninguna del segundo. Prácticamente perdías el año.

Cuando entré por primera vez a un aula en la Facultad de Agronomía, el profesor explicaba y yo veía que un grupo de estudiantes lo entendía como si fuera algo cotidiano. Para mí —y muchos otros— era chino básico. Ahí vi claramente la diferencia de preparación entre quienes veníamos del interior y los egresados de colegios privados. Estaban 20 años adelantados.

Eso influyó mucho. Fui a los ponchazos. Hice el servicio militar y empecé a trabajar.

Cuando nació mi hijo mayor, decidimos volver a Chivilcoy, donde nací y me eduqué. Un amigo me propuso trabajar en una concesionaria muy importante de aquella época, dedicada a la venta de tractores, cosechadoras y maquinaria agrícola. Para mí fue un desafío, porque si bien me gustaba, no sabía diferenciar un arado de un tractor. No conocía la mayoría de las máquinas ni su funcionamiento.

Pero como me interesaba, lo fui aprendiendo. Me enseñaron. No fue fácil al principio tener relación con los productores, pero la cosa fue mejorando, hasta que me mandaron a Chacabuco. La compañía tenía sucursales en dos o tres localidades más. Llegué a Chacabuco en el año 93 para hacerme cargo de la sucursal local.

Esa sucursal estaba en una situación económica complicada, y su dueño tenía una enfermedad terminal. Eso hizo que, dos años después, yo estuviera buscando otro trabajo similar. Ahí uno se plantea: ¿ser cabeza de ratón o cola de león?

Hablé con los amigos de Chivilcoy —con quienes habíamos sido empleados juntos en la concesionaria— y que ya tenían su propio negocio. Me ofrecieron abrir una sucursal en Chacabuco, y así empezamos. Desde el primer día la atiendo yo, y acá estamos.

Hoy somos la única concesionaria oficial de maquinaria agrícola en Chacabuco. El resto, por motivos económicos, particulares o simplemente por el paso del tiempo, fueron quedando en el camino. Y eran buenas compañías, buenos concesionarios, buena gente.

En realidad, todos los que integramos el mercado de maquinaria agrícola en Chacabuco y la zona tenemos buena relación entre nosotros. Compartimos los mismos problemas y las mismas virtudes: un trato familiar, cara a cara con el cliente. Muy distinto a lo que viene ahora.

Eso hace que muchos de mis clientes hoy también sean amigos. Tenemos relaciones de más de 30 años. He visto morir a sus padres, nacer a sus hijos, casarse, y hoy conozco a sus nietos. Por ahí, yo privilegio más eso que el negocio en sí. Pero bueno, me ha dado resultado, porque la mayoría de las máquinas que hay hoy en Chacabuco —cosechadoras, tractores y muchas sembradoras— han pasado por nosotros.

Muchas máquinas ya dejaron de existir desde que comenzó la siembra directa, allá por el 95 o 96. A partir de ahí, la actividad se transformó por completo.

¿Cómo ves ese cambio generacional? Ya pasaron dos, hasta tres generaciones, ¿no?

¡Sí! Ya estoy atendiendo a la tercera generación de algunos clientes.

Para mí, los cambios que se han dado en los últimos cinco años son más importantes que los de los últimos treinta: internet, telefonía celular y ahora la inteligencia artificial. Todo eso avanza día a día, mientras nosotros seguimos siendo las mismas personas.

Muchos quedaron en el camino, y otros nos adaptamos como podemos. Pero los cambios son realmente importantes.

En Argentina, sin embargo, no se han hecho sentir tanto como en otros países, y eso es por una cuestión política. Hace algunos años, Argentina era un boom en genética, manejo, incorporación de tecnología y formación de personas. Pero la falta de legislación adecuada hizo que los grandes laboratorios y empresas no invirtieran acá como sí lo hicieron en otros lugares.

Están todos en Brasil. Ahí se viene produciendo, desde hace al menos diez años, una verdadera revolución productiva. Y es pura y exclusivamente por una cuestión ideológica, política y económica.

Y yendo a la actualidad, con esta campaña que ya va terminando… ¿Cómo ves el ánimo del productor?

El productor es incansable. Más allá de los vaivenes de precios, de las lluvias o la seca, siempre está pensando en sembrar, en producir más, en bajar costos… Su mente está enfocada ahí. Eso no cambia.

El productor agropecuario espera el momento de la siembra para sembrar, y el momento de la cosecha para cosechar. No hay nada más importante para él que eso.

Más allá de los márgenes y los números finos…

Exacto. Ellos saben que si tienen cosecha, tarde o temprano estarán tranquilos. Habiendo grano, hay plata. Lo mismo con el ganadero: si la vaca quedó preñada, está feliz.

Eso es el productor agropecuario. Más allá de todo.

Tuvimos años horribles por la sequía, que hacía mucho no veíamos en esta zona. Pero ahora, gracias a Dios, volvieron las lluvias.

¿Y el mercado de maquinaria en sí, en qué estado está?

Es un mercado que se mantiene, ni crece ni decrece demasiado.

La diferencia está en la cantidad de productores que acceden. Cada vez menos productores pueden comprar maquinaria nueva con tecnología actual. Muchos quedan fuera porque su escala no se los permite. Y si quisieran hacerlo, deberían sacar dinero de otro lado.

La maquinaria que trabajó las cosechas por 50 años ya está obsoleta. Hoy, incluso con 500 hectáreas alquiladas, es muy difícil. El productor chico tendría que diversificarse: ganadería, agricultura, algo mixto.

La maquinaria nueva está pensada para grandes productores. Una cosechadora de alta tecnología puede costar 1 millón de dólares. Tractores, 400.000. Sembradoras, 300.000. Y no se justifica tener esa maquinaria si tu carga de trabajo es menor a 500 hectáreas.

Si tenés que pensar cuál fue la mejor época del mercado de maquinaria… ¿dirías que es esta?

Seguramente no.

Hay que dividir: una cosa es la parte comercial y otra la evolución tecnológica. Hoy, vender una cosechadora equivale a diez de hace 30 años. Las empresas mantienen su volumen histórico en moneda constante, pero con solo el 10% del volumen físico.

Cuando el productor tiene grano y el grano vale, invierte: en tecnología, en instalaciones, en todo. A diferencia de la industria, que muchas veces guarda el dinero por si las condiciones cambian.

Por ejemplo: durante el final del gobierno de Alfonsín y los primeros años de Menem, no se vendía nada. Luego, a mediados del primer gobierno de Menem, hubo un boom.

Después vino la caída con De la Rúa, los 15 días de caos con varios presidentes… y se paró todo otra vez.

Y cuando Néstor subió con la soja a 400, 500, 600 dólares, explotó el sector de nuevo. Hasta que pusieron retenciones y se volvió a frenar.

¿La única forma de reactivar eso sería eliminando las retenciones?

Las retenciones son un delito contra la propiedad privada. Te sacan plata a cambio de nada. Y si lo analizamos fríamente, tal vez hace años podía haber alguna justificación por la situación del país. Pero hoy, ¿qué explicación hay para que el Estado te diga que tenés que darle el 33% de tu producción?

¿Alguna industria da el 33% de lo que produce porque sí? Es un abuso. Y lo peor es que no se ha hecho ninguna mejora de infraestructura: ni puertos, ni rutas, ni transporte.

¿Creés que Milei será quien definitivamente saque las retenciones?

Yo, en mis 63 años, no conocí a ningún político que haya sacado un impuesto. Milei y sus ministros dicen que están haciendo una revolución, pero no sacaron nada. Apenas eliminaron leyes que nadie cumplía hace décadas. Nada relevante.

No creo que las saquen. Es una decisión política, pero ya lo tienen gastado.

Mientras otros países avanzan diez centímetros por día, nosotros uno.

Brasil hace ciudades nuevas, rutas, infraestructura para trasladar producción. Paraguay nos está ganando en producción de carne. Tienen variedades de maíz, soja y trigo muy superiores a las nuestras.

En Brasil hay un bloque de productores agropecuarios en el Parlamento. Acá no.

En Brasil hay políticas que no cambian con el gobierno de turno. Si querés tener una industria de maquinaria agrícola o un agro fuerte, necesitás una política a 50 años.

¡Gracias, Luis!